Seis poemas - Mayra Santos Febres
Lirio Bola de Fuego
Hace dos meses que te fuiste, padre
Tu nombre en estas tierras fue Juan de los Santos Hernández
Negro retinto
Campeón bate.
De repente comenzaste a cultivar un bello jardín.
Estabas viejo
Y el Señor de los Siervos
te dijo a ti,
personalmente, recalcas, te habló y te dijo
que tu casa era salva porque lo habías aceptado como Señor
y eras el patriarca de tu linaje.
Un día que esquivé los miedos
y las confrontaciones,
los golpes en la cara de quien fue
tu tercera o cuarta esposa,
tus reclamos de ayuda a escapar de esas cadenas
y tu orden de que buscara del Señor, fui a visitarte.
Ese día me regalaste un bulbo de lirio
bola de fuego.
Tus manos
que una vez también levantaste sobre mi madre,
lo sacaron de la tierra blanda y prieta.
Me lo diste como si fuera un secreto
Alimento,
Como de cuando en vez, me ofrecías panas, guanábanas
mangos de tu patio,
flores de cruz de malta para que chupara sus pistilos dulces,
agua de un pozo extraño en las parcelas,
todo lo que tenías
en esos tiempos de la vejez
que se fueron fundiendo con la tierra.
Tus manos de dedos elegantes
Siempre de uñas finas,
Aunque blandieran machetes y picos,
Aunque empuñaran bates y guantes para atrapar pelotas duras
que parabas con tu propio cuerpo tenso que quebró velocidades
en el campo de béisbol,
cuerpo amoratado.
Una vez puse mis manos sobre tus manos,
Una vez puse sal de higuera sobre tu cuerpo herido a batazos
Y por la frustración que guardaba el silencio
de saberse tensa ilación de potencias reducidas
al entretenimiento y a la servidumbre.
Tomé el lirio como ofrenda de paz.
Bola de fuego traspasada a las tierras de mi casa.
El fuego que te habitaba,
La insistencia de ser libre se transformó en mis manos
en la bolsita dulce con que me llevé
el bulbo como promesa de más lumbre.
Changó bullía escondido bajo la palabra
Del Señor de los siervos.
Desde aquellas palabras permitidas, te hiciste luz,
oblicuo fuego de tu transformación hacia Orisha Oko
La Tierra.
Siempre me miraste con desaprobación y cariño
Siempre fuiste parco de caricias
Ausente en la insistencia de que tú también tenías un lugar en este mundo
en que se te debía respeto
y derecho para la manifestación de tu potencia entre los hombres.
Bola de fuego, Padre sin servidumbre
Me alce ante ti dulce y terca
en perseguir mi senda,
en proclamar, como tú, mi potencia.
Hoy los pistilos rojos de tu partida y de tu regreso
rajan la tierra, valientes
prometen nuevos florecimientos
tallos delicadamente verdes
alzan la flor hacia la luz
alzan sus pétalos que van abriéndose
como yo me abro
a llevar el nombre que me legaste,
hija tuya
continuación de tu sangre y de tu gesta.
Hoy, dia de los Padres,
A dos meses y 10 días de tu partida
El lirio Bola de Fuego
Floreció otra vez.
Altares
El cristal traslúcido contiene las aguas de alcanfor.
Un velón blanco, siempre encendido y los retratos de los pilares de mi estirpe.
Las azucenas perfuman el aire de la sala.
Junto a la puerta se levanta el altar
para que marque mis salidas mis llegadas
el andar entero por el mundo.
Todo el que entra pasa por su umbral perfumado
todo el que sale.
Las ofrendas de salvia quemada de incienso y mirra
los reciben.
Todo lo que entra a mi hogar,
todo lo que sale;
mis hijos hacia sus tareas de hacerse gente,
mi afán de vínculo a sus sendas,
los entrevistadores,
los vendedores de abalorios,
el amado, la prima, la Comadre,
los amigos, la familia extendida.
Frente a la piedra primera y el cristal
dejo los derechos del día
vueltos monedas
chapas de botellas
uvas con que refrescar el Ori corona
café y tabaco que no son para el símbolo,
eso lo tengo claro.
Los ritos son la cáscara de la fe,
es decir, la práctica de la intención de la consciencia.
Toco las campanas que llaman la risa de mis Mayoras
su desparpajo ante el día
la convicción de que también sea la alegría y el gozo.
Me encomiendo al enjambre de caminos
y salgo valiente y risueña a hacerme de rutas.
Sé que una de ellas me traerá de nuevo al hogar
si tengo suerte,
Me traerá cargada de frutos y de retos
para la página.
Alimento de viento Altar
marcador de la pausa y de la continuidad.
El tiempo del aquí y ahora
parece causa y efecto pero es espiral.
Que sea yo la encrucijada
para todo lo que entra todo lo que sale
en movimiento y humo trascendencia
en alimento para mi cabeza y para el Cielo.
El cuerpo habla desde que compartimos el viaje.
Retícula de sangre, piel de tambor
Un bosque entero desde el cual danzan los minerales
Aquí hubo que limpiar caminos para la conciencia
Cimarrona adentro.
Me tomó tiempo
A blandir machete para abrir la senda
Hacia esta nueva conciencia que me nombra
Desde la soledad
Del monte en el pecho
En el cuerpo entero.
La espesura de mi piel anochecida
Empuña la luz de las estrellas.
Soy la máscara en la piel de la madera que habla
Desde el tiempo sin tiempo de las Mayoras
De los Mayores,
Guardianes del secreto.
Las palabras son el velo y la oblicuidad
Que hablen de mí.
Que resuenen para despertar otros secretos.
La piel es el secreto que no define, pero nombra.
Hecho sonoro y respirador
Retumbe en latido, pasos, luego palabra.
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Extracciones
Nacimos a esta nueva muerte de la caña
porque fuimos extraídos de la cepa
vendidos a
«cabeza de esclavo», «pieza de ganado»
«ingeniero de calderas», 80 reales
«nana de leche»- 60 reales
«bracero»- 40 piezas de oro
Nana de vientre— valor: 55.
Exhibidos en la plaza, sobre un tocón de madera o de ladrillo
Nos encadenaron al atrás de la carreta del mejor postor.
Desde entonces, la palabra «siervo», la palabra «amo»
Trae su sombra de trapiche
vaho de melaza hervida
hasta el sopor de cada sílaba empuñada.
Endulzar con azúcar el brebaje
siempre trae su agrio que tragarse
mientras se fuerza la sonrisa y se murmura el «gracias».
Yo no sé si recordar pasado
sea tan dulce
o si la nostalgia es para otros
Y para nosotros, no.
En el pabellón de la oreja
Retumba la lección de mis Mayoras:
«es mejor olvidar».
El asunto es que los olvidos
Arrasan hasta con el nombre propio.
¿Olvidar qué, Abuela?
¿El ardor de la piel abierta
pero también el surco de las semillas?
¿El piso de tierra del ranchón
Pero también el barro que cuece las vasijas?
¿La peste del mayoral sudándote encima,
pero también la rabia que alimentó de tus negociaciones
hacia la libertad?
Es difícil hacer balance de estas memorias.
El olvido sigue siendo una promesa vacía.
Hay días en que hasta me atrevo a celebrar esta extracción.
Puede que haya olvidado todos los nombres de mi estirpe,
el susurro de las aguas primeras
que bañaban la aldea desde la cual partió mi sangre.
Sé que esa aldea no es ya más.
Sé que la caña nos parió
una muerte nueva , pero también
Que esparció la semilla de la piel
Más allá de donde jamás pensó brotar.
Estamos en todas partes, Mayoras.
Con ustedes, somos legión.
Ganar esta guerra es cuestión de tiempo.
El mundo nos recuerda todos los días
que esta tierra que sudamos
no es del todo nuestra,
que existen papeles y secretas escrituras que nos la pueden extraer de entre las manos.
Que existe el terror.
Pero también me aclara
que no hay forma de no bregar conmigo, con nosotros.
Que no cesamos de recordar:
Somos legión.
Malungaje.
Más allá de la piel,
aprendimos cómo se juega el juego:
Eso es de lo que se trata, al fin y al cabo,
de extracciones.
control de cuerpos y de recursos.
El cuerpo se llena de signos.
La piel se revela tan sólo como otra cáscara del mismo rito.
Recordar es la contundencia y la convicción.
¿Quién detiene la comunión de la sangre?
¿Quién contiene el agua migratoria?
¿Quién frenará el encuentro de los desposeídos?
Nadie.
Mientras guerreamos, la Tierra sigue girando.
Casa del Chontaduro
El canto del río
El trino de las aves
Las canciones que acompañan las faenas…
«Ay que me voy/ adiós pues…»
La tambora y la marimba sueñan
Desde los pechos cundidos
De la ausencia.
Un rifle las hizo bajar de los cerros del Cauca
Hasta la tierra de los asentamientos en Agua Blanca.
Bajar con los pies manchados en muerte y miedo,
Dejar la tierra por no pagar impuestos de guerra
Hacerse un techo de toldos y cartones
En lo que el chontaduro y el biche ayudaban a que se acumularan las monedas
Para comprar una nueva ¿libertad?
Pero habían otras que bajaron antes
Y que recordaban los cantos que sanaban, el recobrar la danza en los pasos que huyen
para trazar la senda de nuevamente Ser.
Yo siempre pensé que la poesía
nacía de entre las hojas de los libros.
Me acostumbré a valorar
las lecciones encuadernadas
que ensanchaban lo que mis ojos podían alcanzar a ver.
Hay más, me decía
Y leía
Hasta que me dolían los ojos.
Pero en Chontaduro, Agua Blanca
Vi
la palabra hecha carne de Mayora
y canción de tierra que no se cansa
en cantar la existencia común,
nutrirla con el cuento y con la voz.
Si la extracción es infinita,
así de infinita es la voz que canta.
El olvido no existe.
Existe la voz.
Afrofuturismos
Era tan sencillo.
El progreso es el opio de los pueblos
El éxito, una droga recreativa más
Una suspensión,
Apuesta a la seguridad inexistente.
No hay forma de no morirse y renacer.
El nombre propio siempre puede ser otro,
Una palabra que le añada resonancias a la desobediencia.
La felicidad es la primera práctica de la liberación.
Sudar, bailar, cantar, contar ayudan al parto
de ser nuevamente
ruta y creación de otra vida
para una y para todos.
Una y todos son el yo que nace
desde el pasado.
El futuro queda atrás,
Es un regreso nunca al punto de partida, sino más allá
O más acá del Tiempo,
Sistema disipativo que encuentran surcos para manifestarse.
Lo que es será
emborujado con lo que imaginamos,
todo vuelto red, placenta
de lo ya vivido.
Andar, perderse y retornar
Más allá del nombre,
Cimarrona de quien fui,
Para ser propia y libre de mí misma.
Era tan sencillo.
El futuro es cimarronaje.