Cinco poemas - Luis Pérez-Oramas

Jeremy Bishop

Orfeo     

   primos carpere flores

  OVIDIO

    [Warburg/Wood: The Crime of Passion/Antonio Machado]

Entran apurados, sobreviven

como pueden

y tú escribes de Orfeo como un Cristo

caído ante los golpes furibundos

del celo y las Bacantes.

Ellos sudan su corta edad en lentitudes

de oficio y tedio

puntual y de alimento escaso

ellos duermen el laberinto subterráneo

mientras tú buscas en su letargo el canto.

No importa ya

la estatura de la imagen, la duración

de la cantiga o del gorjeo:

cada vez Orfeo enmudece

cada vez en medio del escarnio

de haber sido el que esperaba

respiro en la edad más breve.

Ríen, festejan, ignoran

la cortedad del aire que los llena

el ínfimo impulso que los mueve

fugaz para el día 

de las danzas de solsticio

cuando veremos todos

acontecido el sol que nos deslumbra

sin saber que nunca vuelve al mismo

hoy que es siempre todavía.

Salen autómatas, exhaustos

susurran, jadean, desean

por intermedio de cristales negros

y tú escribes sobre un Cristo travestido

bajo el manto de Orfeo

sostenido por una mujer que ama

en la soledad de los infiernos

santa prostituta, Eurídice

Magdalena.

En el Aornos que se esconde tras la vida

tú escribes sobre Orfeo el pederasta

el sibarita, el sodomita

el Cristo sin padre del laúd abandonado

su roca seca, su piel de cabra

su más alto gozo.


Aquella hora

a Igor Barreto

En la noche de candelas la Guajira

era un arenal inmenso en la promesa

una duna seca, tapiada por el hambre

de la prole innumerable, de su agosto.

En la noche de viento y la mañana

el sudor del Cocuy bajo la tierra

y Nemesio Montiel de los Montieles

una brizna de paja sobre el mundo

le anunciaba a mi padre sus recados

alojaba en su seno a la familia

propia y ajena en la ilusión de antaño.

Era el cacique en un tiempo de caciques

muertos, sustituidos por puentes de concreto

era el indio en un país sin alma

en el crisol de sus motores nuevos.

Sobre la arena manchada de petróleo

aquella vez primera, aquella hora 

desayunamos con el gallo sangre de animales.

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Nada te turbe

 

                                                               [Teresa de Cepeda]

 

                           a Salvador Tenreiro, i.m.

Sal de ti

extráñate

aléjate de la sombra

de tu sombra

busca donde no haya

campo de luz

apagada sobre el campo

donde no haya pensamiento

ni falso ardor de ocupaciones.

Sal de ti, olvídate

del dolor o de la espera.

Sal de máscaras fantasmas

toca                                                                                         

la turba de tu ego                                                                     

hueca, ve                                                                              

al ojo blanco de su abismo.                                                      

Sal de ti, de tu recuerdo                                                           

que es la noche que perturba.

Eres cuerpo

si en tu cuerpo apartas

a tu cuerpo

si te adentras en el gozo

que no tiene cuerpo

y es gloria y es olvido.

 


*

Para Paco Rebés, en su siglo

Cien

son las voces

de canto y vida 

que vuelan

a tu paso. Cien

las ventanas que dibujan

vasto jardín y reino

inextricable.

Una es la callada

voz que acaricia

el silencio cuando hablas.

Para contar las incontables

travesías, para dejar caer

una moneda

en la mano de la gitana

flor que baila

para la sombra de Murillo

bailar en tu garganta

y ver pasar fugaces

los cometas del mundo

detenido

en fuegos cuyo abrazo

era tan solo

carne de algún sueño.

Cien son los pasos, Paco

al revés que nos llevan

a ti sin alcanzarte:

claridad no imperativa

y luz que viene

de trepidante plantación oscura.


Diana y Acteón

 

                                                                        [Ticiano: Poesie]

 

Así colapsa

lo que de ayer viene

en la deliciosa fruición del semen

en la efracción del día que ya fue

y adviene.

 

Así llega a la ribera

el tiempo, su acto solar, su contracción

el enigma recurrente del solsticio

la flor que tendida al resplandor

cegada busca

la oscuridad de su primer día.

 

Así el predador, su ojo

involuntario y preso

un alce espera, una mujer

desnuda

y en el agua el canto

de las bacantes sordo

ahogado.

 

Salta entonces, zumba

mortal al sesgo la flecha acerba.

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Luis Pérez-Oramas

Luis Pérez-Oramas (Caracas, Venezuela, 1960) es ensayista y poeta. Ph.D. en historia del arte (Escuela de altos estudios en Ciencias Sociales, París, 1993). Curador de la colección Patricia Phelps de Cisneros (1995-2002). Curador de Arte Latinoamericano en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (2003-2017) y Director curatorial de la Trigésima Bienal Internacional de Arte de Sao Paulo (2012-2013). Actualmente reside en Nueva York y trabaja como escritor y curador independiente, asesor curatorial de la colección Hochschild Correa (Lima) y Director Curatorial de Galeria Nara Roesler (Sao Paulo, Rio de Janeiro y Nueva York). Es autor de ocho libros de poesía y varios libros de ensayos. 

https://www.instagram.com/luisperezoramas/
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