Daemon

(Colaboración editorial)

Los siguientes poemas pertenecen al libro Daemon y fueron publicados originalmente por LP5 Editora, en febrero de 2022. El autor los cedió para su difusión en América Latina y España. 

Nickajack, Tennessee, 1968

El mundo que encuentres allí nunca

será el mismo que el mundo que dejaste.

JOHNNY CASH

Que hay una cierta pasión por la vida

que también mata.

Que nadie es dueño de la muerte

y justo al borde, la revelación,

dígase el miedo, rescata.

Que luego se predica con voz de desierto

y una vez más se peca con el goce arruinado.

Así en las manos con un libro de salmos,

en devoción penitente y aferrados,

a la salida nos vamos llevando.

De la caverna, se dice,

no se vuelve intacto.

Ahíto, sereno, afuera cegado,

agujero, pero en la luz,


pero en la luz.

El susurro

I am from heaven and I am from hell.

WENDY MCNEILL

¿Por qué he de temerte?

Más aún, ¿por qué habría

de huir de este miedo

que me lleva hacia ti?

Me quedo en tus ojos de invierno,

me trasvaso en la córnea, en la sangre.

Tus lobos se parecen a mis lobos,

tus bosques a mis bosques,

la luz de tu pradera a la mía.

Venimos de vuelta,

de la cañada profunda venimos,

de ese río revuelto.

Merodean gatos en los árboles.

Te conozco de antes,

ahora lo recuerdo.

No habíamos resucitado.

Pesaba el talego, lleno de guijarros,

nos hundíamos. El agua al cuello.

La verdad (¿cuál verdad?)

se nos iba de las manos,

fuegos fatuos

en el aire.

Te veía bailar.

Éramos altivos y valientes,

del cielo y del infierno,

siempre hermosos.

El amor al otro lado del mar

Era abril en París.

Sí, y yo estaba enamorado.

MILES DAVIS

De todas las personas,

las que están vivas.


Las del amor

como un reloj de retrasos.


Las del sentir en serio,

como en serio las espinas,

como París, transoceánica,

tan lejos así

todo lo que se ama

y se amará

hasta morir.

De todas las formas,

las de la pasión.

Las del gesto,

los ojos,

al borde del Sena

o del mar,

sobre todo,

en la cama.

De los recuerdos

los que duelen,

los que siempre

dolerán

bellamente.

De todas las personas,

las que están vivas.


¿Cuántas van quedando?

En estos tiempos

de mala música,

de todas las personas,

de todas, dime

¿cuántas?

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Kali sujeta a Chet Baker

Siempre habrá alguien más alto que tú.

Con más cabellera que tú,

con más culo que el tuyo.

Siempre habrá alguien más hermoso,

con mejor conversación

y mejores cervezas.

Más joven y que se lo haga

a tu mujer como tú no has podido.


Tú que perderás los dientes primero,

y que mucho antes que aquel

tendrás por dios el cuero.


Alguien que ni siquiera

escriba canciones.

Ni sepa nada de poesía.

O quizás sí. O mejor si no.


Pero siempre también

habrá alguien más alto

que el otro que es más alto que tú.

Que se lo haga con más gusto

a la mujer del otro

que alguna vez fue tu mujer.


Uno más hermoso

que el hermoso,

con mejor culo

y mandíbula

y estatura

que este

con buen culo,

mandíbula

y estatura.


Pero aun sabiéndolo,

como en efecto

lo sabes,

de nada te sirve.


Y sigues cayendo con la diosa,

dentro de la diosa,

que te sujeta

con sus cuatro brazos.

En ella, con ella

que de nadie

nunca salvavidas.

El Afronauta de lo Indecible

Yo tenía este jardín.

Este pequeño jardín detrás de la casa,

y me sentaba allí por las noches

con mi mente divagada en el cosmos.

Yo era un charlatán embutido

en mi traje interestelar.

Un mal poeta, un profeta barato,

un gurú de panza sexy

con una pirámide de cristal

debajo de una cama solitaria.

Pero así estaba bien,

mi lúcida locura no le hacía daño a nadie.

Afuera, los ciegos del Señor de la Culpa

andaban a flote sobre cintas insonoras.

Me había desprogramado

y era feliz en mi retiro, en mi condena,

olfateando las puertas del cosmos,

aguardando la llegada.

Vendrían a buscarme.

Se lo dije a todos.

Nadie me siguió, no formé una secta.

Yo era el único chamán

en mi vergel sideral.

Un madrugada

una luz bañó mis orquídeas

y vi bajar al Afronauta de lo Indecible.

Dijo llamarse Sun Ra.

Alguna vez había sido humano, contó,

y músico y místico.

Y también poeta.

Muy mal poeta, por cierto,

tan malo como tú,

agregó para ganar mi confianza.

Luego se sentó a mi lado

y quedó en silencio.

Al cabo se puso de pie,

hizo una reverencia

y partió en la luz nodriza.

Fue hermoso ver

cómo las orquídeas se alzaban

y giraban

tras los pies desnudos del Afronauta.

Me había robado,

sin duda me había robado,

pero también me dejaba

a cambio

aquella distancia prodigiosa,

la felicidad

en la imagen misma

de la distancia.

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Fedosy Santaella

Fedosy Santaella (Puerto Cabello, 1970). Narrador y poeta venezolano. Ha publicado en editoriales como Alfaguara, Ediciones B, Pre-Textos y Oscar Todtmann. Fue becario del programa de escritura de la Universidad de Iowa en 2009. En 2010 quedó entre los diez finalistas del Premio Cosecha Eñe (España). En 2013 ganó el concurso de cuentos de El Nacional (Venezuela) y estuvo en la lista corta del premio de novela Herralde. En 2016 se hizo merecedor del premio internacional Novela Corta Ciudad de Barbastro por Los nombres.

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