Poesía de María Villa
Esta es mi historia del no bilingüismo, del fracaso de enseñar una segunda lengua como obligación cuando la lengua mía ha tenido que perderse para que yo le sobreviva al mundo, para no ser punto y aparte. Igual leo todo. Leo eso donde ellas tienen un pariente culto, una institutriz, una profesora que les enseñó la lengua europea, un abuelo francés o inglés o irlandés. Un origen intelectual. Un libro, una biblioteca. Un vínculo con la música, con el arte, con ser políglota. Un origen al que no puedo aspirar porque crecí y aprendí a leer con libros de autoayuda. En casa no hubo de lo otro: de Proust, de Kafka, de Woolf. En la casa nuestra lo que hubo fue una historia difuminada que se cuela en las palabras que alcanzaron a no borrarse: tepezcohuite, chilapastrosa, chenga, chiquihuite, cacahuacintle. ¿Hace cuánto hablamos español?, ¿hace cuánto inglés?, ¿hace cuánto dos que no dicen quien soy? aunque sí, están acá: en mi boca, en mis letras, en mi cabeza. Aunque sí, ellas acá. Yo no. Lo mío: lo de mi tacto, lo de mis piernas, lo de mis tetas está allá, en ese lugar que desaparecieron.