La primera noción del exilio

La primera noción del exilio

puede llegar, en algunos casos

con la liebre o la tortuga

sometiendo a la memoria

a ese peligroso juego de llegar

a sitios donde no estuvo

o pudiera venir también

del beso de una italiana perdida en Bolivia,

dejando la navidad

colgada en los cables de las antenas.

No hay un método exacto.


 Fui un ser acuático y desnudo

que recorría como un perro

las costas por las noches.

Tengo un cronómetro

dedicado a la humanidad

que perdí

yo pensé que algunas cosas

podían reemplazarse

al lanzarme a una intriga

de tiempo completo

como es ésta,

mi propio viaje a la luna.


Mi bisabuelo estuvo en el exilio

antes y después de ser otro preso político

en La Carraca,

mis abuelos, para evitar el mismo destino,

se convirtieron en

los primeros exiliados que conocí.

Mi padre los superó:

fue dos veces exiliado

de niño y de grande

de pez y de reptil.

Somos simultáneamente

 tres generaciones de despatriados

en tres países prestados y distintos

como aves que les cuesta recordar

cómo se iba del Pacífico al Caribe

del Caribe al Río de la Plata.


(Puedo decir que he visto a los caimanes panza arriba en el Orinoco

a los flamencos cabizbajos en las Cumaraguas

y tuve alguna vez tu acento tostándome la piel).


Amores míos, sólo existimos en whatsapp

jamás volveremos a compartir esa juventud

que nos hacía ser de esa manera.

Ojalá no sean los millones de ahora

los que tendrán

que esperar a la próxima vida

para despedirse de nuevo

porque estas tierras se construyeron

de lo que quedó de las promesas.


En este punto estamos todos exiliados,

los hijos de las madres, las madres de los hijos,

los blancos, los negros, los trigueños,

los indios, los azules, los rojos

y cualquier color que inventes

lo van a exiliar también.


Y mi sueño es que todos

 nos terminemos de exiliar

para que nadie tenga que quedarse solo

a conquistar el hambre o el silencio

porque no hay mayor muerte

que la matrona, la muerte por soledad.


Así llovemos,

poblando las patrias con exilio,

rencor

lloviendo de negra tristeza

todas las plazas y parques

improvisando el invierno

aprendiendo a amar en otras lenguas

cambiando los apamates por las palmas

los araguaneyes por las araucarias

pumarrosas por jacarandás

y una larga lista de etcéteras

tan grande como es la lista de países

en la que nos desplegamos

como meras estadísticas aproximadas

de instituciones que a nadie le importan.


Prometiéndonos no olvidar porque

¿qué somos más que memoria?

Vertida y regada

memoria que viaja 

en múltiples y variados vectores

a miles de kilómetros por hora

desde las distintos pueblos

que ya no existirán en Venezuela.

Somos esa promesa de tres mil boleros

que contarán lo que no se ha dicho

ni se puede decir por los momentos.


Ayuda a mantener la poesía de Casapaís gratuita para todos. 

Muchas personas acuden a Casapaís para disfrutar de la literatura y escapar de la rapidez del mundo contemporáneo. Nuestra misión nunca ha sido más vital que en este momento: profundizar la realidad a través de la literatura. Las contribuciones financieras de nuestros lectores son una parte fundamental para apoyar nuestro trabajo, que requiere muchos recursos (como el pago a cada uno de nuestros autores), y nos ayudan a mantener la poesía de la revista gratuita para todos. Por favor, considera hacer una contribución a Casapaís hoy para ayudarnos a mantener este espacio libre para todos.

También puedes compartir este texto

Andrés Pinto

Andrés Pinto (Venezuela) Escribe poesía, cuentos, guiones y canciones. Publicó un artículo en la revista El desafío de la historia en 2011 llamado Sobre la maldad del poder. Se enfoca en la escritura de guiones y sus cortos han quedado seleccionados en el Festival de Cine Iberoamericano del periódico ABC de España y el Festival de Cine de Cafalú en Italia.

https://www.instagram.com/pintonauta/
Anterior
Anterior

So Purkh

Siguiente
Siguiente

Tehuel