Poesía de Isabel Vega
Cuando la vida era una fiesta
no dolía
o sí dolía pero era un dolor sedado
amordazado por los bajos
de esa música
y unas noches seguían a otras noches
y unos labios seguían a otros labios.
Todo era volátil y nosotros
dichosos por envidiar a los pájaros.
Dioses ebrios
en ciudades sin casas.
Cuando la vida era una fiesta
no sabíamos:
Toda fiesta llega a su final.
Ahora vagamos por calles vacías
inventando formas de amanecer.