Cinco poemas de Ramón Miranda

Annie Spratt

el viento y el grito

I

añoranza en silencio 

espesura de nada 

cielo empapado de sequía

y una tarde herida por un adiós

o por un solo insecto 

que extravió la órbita de su azucena 

allí nacimos

entre el desorden de senderos 

enmarañados como arterias 

entre el reloj y el agua 

llenos de mugre 

y lágrimas coaguladas 

tan incorrectos 

transparencia de polvo 

frágiles como el horizonte 

frágiles en el museo de las miradas 

allí nacimos todos

ocultos en el eco de cloacas 

escondidos en la punta de nuestros dedos 

un paisaje que no le pertenece 

a ninguna fotografía 

un aire 

sin hojarasca 

olvido sin balcones ni ventanas 

la luna 

indistinguible de un recorte de papel

y nos dimos a luz

donde el frío relincha 

porque el jinete murió en otro páramo

y todos los trozos de sangre

sobre la circunferencia de la mejilla 

y todos los besos imaginados 

al borde de alguna palabra 

y la noche resfriada 

el día solo 

toda la tierra 

y todos los espejos 

caben en la cáscara de este caracol

frágiles incorrectos

aquí nacimos

pájaros que se derriten del árbol

¡aúllen!

moscas atrapadas en edificios 

¡mueran y griten!

perros huecos en el suspiro 

en el ¡ay! de las autopistas 

¡destrocen su violín de sombra!

¡aquí hemos de nacer!

en la orina que transpiran los muros 

en el grito y en la súplica de los niños 

con los huesos que arroja el carnicero 

bajo la luz eterna de las torres 

al látigo plateado del frío

en el mal aliento del mar 

¡aquí hemos de nacer!

¡aquí naceremos de nuevo!

II

los senos de la sierra se sacuden la escarcha del grito

el pincel de zopilote hace una sombra de caracol sobre la grava

¡la vista que tiene tu cruz!

el sol saluda con un cubetazo de tamarindo

al laberinto de gusanos y cráneos sin sombrero

¡qué cruz tiene la vista!

“sin nombre te dejo” (óleo sobre aire)

obra maestra 

de las migajas de los grillos

¡la vista con la cruz!

¿cómo puedes seguir muriendo 

donde la mosca tornasol es una sinfonía

donde la lluvia se pudre en su nube

donde el mismo pájaro se ahoga en distintas lunas cada noche?

¡qué cruz incrustada en la vista!

¡qué ciega es la madera! ¡cómo chillan los gusanos

sobre los pómulos de las colinas!

(lilas al labio del olvido)

el aire fantasma del río fluye 

desaparece en un trozo de papel

cavamos con los dientes 

los árboles escupen su penumbra 

en los ojos que rodaron de nuestro rostro

¡qué vista!

el frío afónico

el frío de arteria última

este frío más allá de la única luciérnaga descompuesta

más allá del revoltijo de espigas y tos de guitarra

el frío terrible (lobo con pelaje titanio y sangre)

el frío una vista una cruz 

una plegaria

el frío

cruel y solo a la vista de la cruz

¡qué vista!

¡qué cruz!

¡qué abismo 

tiene tu cruz!

inventar la noche

decir la luna

y pensar en lo minúsculo del insecto 

decir lo minúsculo y pensar en las páginas

decir las páginas y retornar sobre una luna 

repetida sobre una luna 

sobre una luna repetida 

decir la luna

de nuevo 

como un blando eco 

adherida por un trozo de cinta 

las estrellas puntos de silicona 

en el muro del aire 

decir el aire 

burbuja de humo 

eructo de árbol 

cajón abierto

decir el aire 

pensar en ella 

decirla 

decirla frente al agua bajo los espejos 

como un blando eco 

asonancia de muerto 

decirla entre las piedras y bajo los pétalos 

existirla en las letras de su nombre 

y al reverso de algún cristal 

en el recuerdo de la cicatriz 

en la memoria falsa del lunar que no se descubrió 

verla en el arrecife de otoños y en las desordenadas 

letras de un alfabeto 

en las nubes que no se forman 

y en las huellas que nunca dejaré por la ciudad 

enunciarla como la pila de ceniza 

en que se convierte la tarde al consumirse 

como el agujero donde caen los ojos 

como el balcón donde se quedan las miradas 

decirla línea por letra 

aprender balbuceos con su nombre 

a escribir el idioma de su voz espesa 

a deletrear el crepúsculo 

decirla como se dice lo que aún no se inventa 

inventar lo que ya se dijo para traerla de vuelta 

decirla para regresar 

regresarla como el olvido 

decirla con la noche y con el acuario de sábanas 

con un ave y la sencillez de sostener un puño de agua 

pronunciarla dentro del caracol 

repetirla en un eco

con un blando eco 

mímesis del regreso 

propagarla en la superficie 

con el aletear de un pato 

permanecerla bajo el polvo 

que deja la luna sobre los libros 

decirla luna 

decirla entre el espacio de la muerte y el recuerdo 

entre un recuerdo y una letra 

de lápiz difuminada bajo el pulgar 

entre el pulgar y el resto de la mano 

entre la mano y ella 

entre ella y la distancia que se aleja 

decirla 

como un adiós a su reflejo arrugado en los vidrios 

con labios de mirada incierta 

y dedos que olfatean la profunda grasa de los poros

imaginarla con sombrero de tormenta

las uñas sucias de caricias 

y un solo zapato color de todo

tan solo imaginarla 

con un sabor roto de acantilado

aparecerla 

como aparecen las bacterias en las pesadillas

y las largas parvadas de pupilas que buscan la sien

tenerla 

bajo los pliegues de cajón cerrado

en la sombra de una salamandra que se desliza 

entre la espesura de huecos 

tenerla en el vocabulario de las piedras 

tenerla en los velludos vértices oscuros

en la gelatinosa saliva del eco

como un blando eco 

repetición del tiempo 

decirla 

con la luna que abre la puerta

y con la puerta entreabierta que inventa a la noche

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luzlipse

te quiero cuando estoy despierto y con insomnio de oficina 

y cuando me pongo de cabeza para mirar cómo estornudas

te quiero sobre los sistemas descompuestos de la oscuridad

bajo las pestañas del sol y oculta detrás del teléfono en la calle

te quiero entre el segundo permanente y el parpadeo

en el beso que usa la nariz como resbaladilla

en esa telaraña viscosa que delineamos como dos caracoles separándose 

te quiero entre el país de tu mejilla y su frontera con mis dedos impacientes

entre el mundo y ese otro mundo idéntico a su espejo

te quiero porque no dices que el mar es azul o que la rosa es rosa 

o que el mundo está hecho de huecos

preguntas: ¿por qué el mar aguanta la respiración? 

¿por qué la rosa está acalorada? 

¿por qué el hueco está hecho de pequeños mundos?

te quiero porque nunca dices adiós o te veo después o hasta pronto

dices: desconecta los insectos antes de dormir 

y deja una vela encendida en el canal tres 

te quiero si la coladera suspira su aroma húmedo de luna

o si el césped tose un garabato de mosquitos en tu alcoba 

te quiero si bebes agua o comes migajas sonoras del refrigerador 

o si tienes pesadillescas manos que son planetas en mis ojos

te quiero si hay un tatuaje de jilguero en el aire que sorbes

o en el silencio más profundo antes de quedarte dormida en el camión

te quiero con la luna que se deshace 

igual a un trozo de papel en la lavadora 

con esa montaña monótona 

que parpadea solo tres veces al día

con el pico que regurgita el huracán 

de vuelta a su pájaro indescifrable

con el croar endecasílabo de los lagos 

con la hoja que se cayó

tiempo después que su árbol 

te quiero cuando lavas la luna y la dejas

tendida sobre un esquelético hilo de sueño 

cuando rascas la espalda de algunas arañas 

y hurgas en el ombligo de las ruinas 

cuando adornas tu recámara con caracoles incandescentes

y mariposas de mentira que vuelan cuando te distraes

cuando despiertas empapada por la sangre de sábanas

y repleta de pequeños secretos que olvidas a lo largo del día

te quiero entre las dos sencillas palabras de muerte y olvido

te quiero entre la luz y el eclipse

rapsodia de caracoles

(pequeña colección de despedidas)

I

escúpeme en la boca 

un hilo de letras

y deja que yo forme 

la palabra nuestra

siémbrame en la boca 

un árbol cualquiera 

que por fin acabe 

con el reino de madera

adórname la boca 

con tus jadeos y arterias 

y yo morderé el llanto 

de tu herida abierta 

ocúltame en la boca

la sombra de un planeta

y que germinen en mis ojos

las espinas y las hierbas

búscate en mi boca

como raíz en la tierra

y hurga con tus dedos

los cajones de mis venas

ábreme la boca

y escúpeme la tuya abierta

y una lejanía de gargantas 

y una memoria muerta

II

quiero herirme con tus pasos 

y con tu espalda y con tus ojos 

y con el nombre que llevas colgado 

y con la constelación de costras de tu caída

quiero herirme con un llanto 

encontrado solo entre los árboles 

quiero fingir que es nuestro 

quiero decirme que lo inventamos

quiero herirme con tu voz 

y con tu cicatriz de años 

y con ese sonido que haces 

entre la vigilia y los arcos

¿será que dormimos demasiado?

¿será que nos soñamos antes? 

acaso todo esto ya ha pasado

acaso hemos vivido suficiente 

III

sé deletrear el crepúsculo 

sé mirar tu ombligo 

como quien traza con su dedo

una línea en la ceniza empañada

sé recolectar el racimo de balbuceos

y el frío que transpiras como una rosa

olvidada bajo la sombra de la tierra

sé poner en tus clavículas

el aire de los bostezos

en tu mejilla 

la baba de caracol 

que deja la luna cuando se alza

y sé enumerar a lo lejos

cuántas veces enciendes las ventanas 

en la noche

sé deletrear el crepúsculo

fotografías de la sombra

I

esta es una foto de la noche

la primera noche que vimos 

oculta como un molusco en su espiral oscura

estas son las estrellas 

en este espacio negro debería haber más

pero murieron ayer o anteayer 

algunas la semana pasada

y otras mucho antes del parto acuoso de la ciudad

esta mancha gris es un perro

esto es su ladrido 

estos son los árboles que recorren la avenida

una plaga de alfileres 

esta es la avenida larga lengua sedienta 

este es su color y su textura y las huellas que borran las máquinas 

y los senderos mareados que dibujan los neumáticos 

esa fiebre de luciérnagas son edificios 

el círculo plateado en el charco es solo una luna 

que se cayó por el bolsillo rasgado de la atmósfera 

este es el silencio

un pájaro que escupió algún atardecer

una rata húmeda y atropellada 

la cola de un gato que arrulla el precipicio de una casa 

y estas son las casas 

ninguna es nuestra 

dormiremos amontonados en aquel rincón 

como una telaraña

esto es la ciudad

II

él es un niño que no despertó

se quedó durmiendo en una cazuela de jacaranda

un océano seco cuelga de su boca

estas son sus costillas 

esta es la costra de miedo en sus tobillos

estos son los gruesos pies sin zapatos

esto es el hambre 

un obligo infinito una garganta diminuta 

estos son los ojos de la espesa jauría que olfatea 

mordieron esto y también esto 

esto ya no está y esto hace falta 

el hambre es así 

una ausencia de labios

de manos como espigas

este es el dolor

polvo de llanto una infección de polvo

una pupila que se despegó y rueda en las zanjas de los cementerios

esta es la guitarra que logramos traer a cuestas 

así cosquilleamos las cuerdas 

así las herimos

como los alambres hirieron nuestras manos en las fronteras

cantamos esta canción y así es la letra 

así movemos la boca 

así es como ellos se callan para siempre 

y estas son las monedas estériles que acumulamos en nuestras muelas

este es el sol de zancudos 

este es el día

construido con cemento en estas calles

por estas personas de esta forma en estos momentos 

con estas manos 

estas manos sin clavos

estos dedos transparentes 

estas uñas que se aferraron a la sombra de las cinco 

cuando las campanas tosieron a lo lejos

en las iglesias del recuerdo

III

estos son los sueños

un hambre sin ser hambre 

unipájaro azul que aterriza como gota 

y soñamos

la cuenca donde resbalan los silbidos 

el charco donde se hunden talones y codos y pestañas 

una sombra donde todo pierde su color 

en el sueño

encontramos al mundo tiritando bajo una luz 

como una rosa encapsulada 

como dos manos cerradas que protegen 

la forma de un suspiro

dos mejillas infladas que contienen 

la biología intacta de una palabra 

este es el mundo 

una semilla sin dientes ni uñas

que vive de miedo y muere de miedo 

porque es la misma cosa de nada 

este es el mundo 

sobre las intersecciones de la palma de nuestra mano 

en el ínfimo espacio del entrecejo

el mundo con sus azoteas y caireles de ropa

sus ventanas deshabitadas 

su pintura de significados 

y los cuerpos que obstruyen el paso del sol 

el mundo

de piel inacabada tersa de arena 

manantiales de hormigas 

lunares de silencio 

un beso de vacío

el mundo que busca el camino en su sal 

su fin en la cursiva petrificada de las ramas 

su propósito en la curva blanca de una tarde 

el mundo

este es su chaleco dos tallas mas chico 

su ridículo maquillaje de nortes y montañas 

estos son sus continentes de tinta

su grito congelado como una estrella

la única estrella que no se apaga

este es el mundo

que cabe completo en el edificio 

en la mansión de migajas 

o en la caja de cartón 

que protege a un hueco de la lluvia

IV

esta es la ciudad 

el mundo está adentro 

en lo más profundo y maloliente 

tiene esta forma 

y estos dedos que no logran sostener su propio nombre 

esta es la ciudad y su capa de catástrofes 

nosotros estamos allí

en la ciudad 

a un costado del mundo que nos enseña el reverso de sus uñas 

y el aroma bajo los derribos de su pelo

estos eran nuestros rostros 

estos también 

y estos 

ahora estos son nuestros rostros 

esto es lo que queda 

y nada más

un espejo que sigue guardado

el viento que persigue su cola 

el mar mareado que se aguanta las náuseas 

los cimientos de túneles perdidos

edificios olvidados a medio esqueleto 

allí estamos 

con estas manos

y con esta pregunta 

que se nos resbala de los dientes 

esta es la ciudad

Ramón Miranda

Ramón Miranda (Tehuacán, Puebla, México, 1999). Estudia la licenciatura en Literatura y Creación Literaria en el Centro del Cultura Casa Lamm. Ha publicado poesía, cuento y traducción. Es colaborador de la Revista Hispanoamericana de Literatura.

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