Respuesta
Deshueso la palabra que me ofreces
para digerirla mejor.
Grasa, dientes, cabellos,
negrura.
No un corazón.
No un músculo.
Ni siquiera escurre sangre.
Me ofreciste una palabra todavía verde,
escuálida; una cosa
que te nació muerta
con tal de no llegar
con las manos vacías.
Sin embargo,
vierto tu palabra
en el despeñadero basto y hambriento
que es mi anhelo.