Persiguiendo a una escritora en fuga 

Fragmentos de una obsesión con Margo Glantz

Foto: Enrique Mendoza Hernández

Ella piensa que todo lo que uno escribe es, hasta cierto punto, autobiográfico. Por eso sus libros parecen una cartografía de obsesiones. Repite personajes y los hace suyos: Kafka, Melville, King Kong, Colón, Cortés, Malinche, Díaz del Castillo, Núñez Cabeza de Vaca o Sor Juana. Le gusta volver sobre lo mismo, reescribir, pegar y despegar fragmentos como si la página fuera un cuerpo en mutación. En Las mil y una calorías, novela dietética (1978) incluye el fragmento «82. Historia de ballenas» que repite en Doscientas ballenas azules y cuatro caballos (1981). Allí aparece un fragmento sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca que se repite en Síndrome de naufragios de 1984. Su juego es ese, insistir hasta que la forma cambie.

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La primera vez que la entrevisté yo tenía dieciséis y ella ochenta y ocho. Nos dieron veinte minutos. A los cinco con cuarenta y cinco se me ocurrió preguntarle: «¿Qué se siente ser uno de los titanes de la literatura mexicana?». «Ay, pero qué fea palabra es titán», dijo. Guardó el celular, se puso a wasapear y se fue, envuelta en su prisa, por los pasillos de la Feria del Libro de Oaxaca. Me quedé con la pregunta colgando en el aire.

Al día siguiente la vi con Mario Bellatín, hojeando libros de editoriales independientes. Dos lectoras pidieron firma. Esperé mi turno con La cabellera andante como escudo pegado al pecho. Me miró sin reconocerme. Firmó: «Con agradecimiento, Margo». Y ya. Primer desencuentro. Ahí empezó la obsesión.


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«El eco de Narciso asoma y las reflexiones en torno al yo son primordiales. En Anaïs Nin el yo revela un narcisismo exagerado, un deseo permanente de teatralidad, de exhibición; el autorretrato en Frida Kahlo revela una necesidad de conocerse. Me detengo: un diario es siempre un deseo de conocimiento. El que escribe necesita conocerse», dice Glantz en De la amorosa inclinación a enredarse en cabellos (1984), reeditado en La cabellera andante (2015) y reescrito en A los dieciséis (2020).


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Supe de su existencia en el otoño de 2016. El tráfico se detenía sobre la Avenida Independencia y frente a mí apareció una pared tapizada de carteles: anuncios de conciertos, propaganda política rezagada, todos iguales, grises, repetidos hasta el aburrimiento. Entonces lo vi. Entre la monotonía, un cartel de la FILO rompía la fila, anunciaba un homenaje a Margo Glantz. El nombre me era desconocido. En la secundaria nos habían hablado de José Emilio Pacheco y de Elena Poniatowska, pero nadie había mencionado a esa tal Glantz. El cartel tampoco ayudaba: sin fotos ni explicación, apenas un dibujo extraño, un torbellino de líneas negras que formaban un cabello indomable, caótico como una maraña. Debajo, flotando en el vacío, una boca roja, firme y exacta. Ni ojos, ni nariz, ni rostro completo: solo un esbozo, la silueta imaginada de una escritora.

El semáforo cambió y el cartel se perdió de vista. No pregunté quién era, no fui al homenaje, no investigué nada. Solo me quedó esa imagen fugaz, como tantas cosas que aparecen una vez en la vida y luego desaparecen para siempre. O al menos, eso creía…

Uriel Santiago Velasco

Uriel Santiago Velasco (Oaxaca, México, 2002). Es periodista y escritor. Desde los catorce años ha colaborado con medios nacionales, publicando más de setecientos artículos, entrevistas y crónicas sobre literatura, artes visuales e historia cultural. Es autor de libros como Oaxaca, cúmulo de historias (2021) y Tras la sombra del panteón San Miguel (2019). Ha recibido el Premio Nacional de Periodismo (2022 y 2024) en la categoría de entrevista y el Premio Estatal de la Juventud de Oaxaca (2024). Actualmente estudia Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM.

Fotografía: Graciela Iturbide

https://www.instagram.com/urieldejesus02
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