Poesía de Sandra Dolores Gómez Amador
Bendiciones
Llámalo ritual: estrangular algo tierno y quejumbroso
con tus manos y no sentir nada en absoluto. Una vez,
me dijiste que matar a un animal es aprender
de nuestras bendiciones. Años después, en la trastienda
de nuestra carnicería, predicas sobre la muerte y la santidad junto
a una imagen de San Bartolomé, santo
patrono de nuestros cuchillos. ¿Y sabías que fue desollado vivo
como aquel ternero que tú y yo una vez matamos, padre,
y sabías que fue decapitado
por un hombre que lucía exactamente como tú? O llámalo
martirio: conocer el arte de la agudeza
contra la inocencia, como lo hacen los hombres, y aún
así creer que no te atravesarán con su cuchillo.
¿Y sabías que ser carnicero es memorizar el dolor
y suponer que aún así serás perdonado?
Podemos regocijarnos en arrepentimiento,
padre, y Dios nos amará incluso si sabemos
matar, padre, y alguna vez
…
Sahuayo: niñez, árbol de guayaba
En aquel entonces, el árbol aún daba guayabas-fresas,
bayas color cereza lo suficientemente pequeñas
como para caber en las palmas de mi hermano. A menudo, él trepaba las ramas del árbol
mientras yo permanecía debajo, con una cesta de cartón en la mano,
atrapando la fruta madura mientras caía. Después, corríamos hasta la orilla del río
y las lavábamos antes de llenarnos la boca de inocencia y pulpa,
estallando entre nuestros dientes hasta que uno de nosotros se reía,
nuestras bocas explotando entre azúcar y alegría. En aquel entonces, no sabíamos nada
de la matanza ni del martirio. Después, volvíamos al árbol, con las manos
todavía pegajosas y cubiertas de jugo y nos quedábamos dormidos mientras el sol
acariciaba nuestra piel. Debajo de un árbol de guayaba, todo se sentía como si fuera sagrado.
…