Poesía de Antonio Acosta Sánchez
Busco en el silencio mis afectos:
los potos en el patio siempre sanos
la ropa interior secando al sol
la olla de vapor con el puchero
el plato de lentejas sobre el mantel de cuadros
el piso pagado
las deudas resueltas
el plato de cerámica colgado sobre el gotelé
el cuadro de la boda,
la foto del bautizo
el traje de marinero guardado en el armario
la manta de cuando chicos en invierno
comer al fresco en el verano
la encimera del mármol
sobre el hornillo, macetas de geranios
subir con escaleras cada día con bolsas de la compra
dejar los abrigos juntos en el perchero
manchar la alfombra
con los zapatos sucios de la calle.
¿Acaso en la ciudad
soy un cuerpo que perece?
¿una habitación sin ventanas?
¿una celda de cristal en medio del asfalto?
Hoy he cerrado los ojos mirando al techo
y he sentido como si este armazón corpóreo
de argamasa y hormigón,
esta coraza que me envuelve,
estallara en mil pedazos.
como si de repente,
el ladrillo visto se convirtiera en porcelana,
en gotelé
en esparto
en mármol
y hechos residuos, tras el estruendo atronador
solo quedarán los afectos.
*
Siempre me abrazas y me besas al volver del aeropuerto
como una licencia permitida entre hombres.
Eres tú quien sacas las maletas del carrito
para llevarlas al coche y, al agacharte,
descubro tus canas incipientes,
tus dolores de espalda y tu esfuerzo comedido.
Desde mi juventud egoísta
y mi masculinidad precaria
te dejo hacer.
Evito verte vulnerable.
Al cerrar el maletero dices
ya has venido, por fin, para quedarte…