Un hermoso cementerio. Sobre El corazón del daño de María Negroni

Daniel, bienvenido al cementerio de los libros olvidados.

Epígrafe leído en Sempere

Café literario, Mérida, MX




Equivocar el rumbo y divagar. Estoy en medio de mis clases, estoy leyéndolas. En una recopilación privada, en un poemario no-redondo, donde lo más recetado en estos días es solamente: …un libro más para comer; pero la vida no alcanza. No nos bastaría. Una advertencia, en cualquier formato, tiene que ser reconsiderado por algún fanático lector de Baudelaire. Pero María Negroni (Rosario, Argentina, 1951) acercaría una antiépica hacia nosotros, y nos tardaría meses completarla; otros dos, en comprenderla; y el humor de perros recordaría lo nuestro, como ese cliché de «se escribe en soledad...», tanto, imparable, tanto, desprevenido, tanto: en los versos de la poesía contemporánea, así como en las líneas divisorias entre las apostillas simples del sueño y las historias casi verdaderas. 

   Nuestra Madre: ...érase una falsa heroína, su ego nos rebosó a través de las aberturas del cerebro. En una lectura punzante de El corazón del daño (Random House, 2024), reconocí que la elegancia del poema hoy ha vuelto a renacer, entre el lenguaje y los secretos, o más bien, en la autopsia de los libros no clasificados que compramos a final de la quincena. 

   La poesía hoy se escribe entre los límites de una figura íntima y privada. Idealizarla, así como a quienquiera que se te ocurra, es parte del proceso en el verso, o la crisis intermitente de los personajes.

   Quiero entrar y mostrárselos: un organismo partido en dos; a) En una noche, alrededor de las dudas, porque escribir es la única tragedia que nos queda; y b) Sobre la muerte y su cuerpo imaginario, lo menos esperado de los fines de semana. Al acabar, deseo compartirlo ampliamente. Porque ficcionar y crear son dos caminos contrahechos. Contar historias y poetizar. Anhelaría, tal vez, dejar de ser una nota cualquiera y convertirla, como piensa Marguerite Duras, en esa locura que encarna nuestra madre, para alejarnos de los cuerpos vivos, para emprender un viaje a la transparencia y toparnos con algo más que una frase escandalosa, si las páginas nos lo permiten.



***   

Un cuento gótico a medio camino: parir o reventar. Una épica negativa: eso fue para mí leer y reescribir el libro de María Negroni. La trama que habla de su propia Madre no se condensa en ninguna heroína, mucho menos se aproxima a los misterios del verso. Recurrí a la ficción por placer y urgencia. O porque quise haberles descrito, casi de forma detenida, aquel miedo que tuve en el 2023, cuando nos dijeron que la soledad era nuestro único destino. 

   Daniel traduciría en medio de la noche: …muchos poemas en maya con su madre.

   Hay que aprender a amar los errores. Que mucho antes de aceptar primero lo de hoy o lo de mañana, sabemos: …si me quitan la vida, no borrarán mi sonrisa. Pues: El oído se afina en el encierro; lo que pedimos al texto también. / Quien escribe calla. / Quien lee no rompe el silencio. / El resto es vicio. Un día abrí sus páginas, el relato de tomar apuntes, de convertir los márgenes en una glosa. Así fue como regresamos a las palabras de la poesía argentina junto con mis alumnos, cansados de estar respirando, de encontrar siquiera el presente. De pronto, me acordé de las madrugadas en la azotea, cuando los amigos nos obligaron a ignorarla. Porque nos fuimos. Para huir de ustedes. Para saber: ¿Qué sabe el poema? Nada. 

   Entre el cementerio y el monólogo interior, nos dice Negroni: Yo insisto en lo vivido (un suponer). Especular los géneros literarios, al menos que ustedes lo decidan, entierra nombres épicos debajo de unos personajes sacados de la realidad.

   ¿usted sabe quién soy?

   sí   una idea          una prisión arbolada

   un gran lobo negro 

   Aquella noche soñamos con un sabueso de leyenda. Pensamos que era el doberman que lloramos todos en la familia, y que nombramos juntos, en diminutivo, Blacky. Ese viernes de octubre, mamá nos aporreó la puerta del segundo piso, y nos dijo: 

    —…murió, hijo, Él murió en motocicleta. 

   La escritura es un asunto grave. En un pedazo de cerebro cualquiera, de autoras contemporáneas. En el abrazo que le dimos aquella vez, cuando no pudimos soltar lágrimas. ¿Es posible escribir lo que se vive? Tal vez solo en la interpretación de nuestros sentidos: …cuándo interviene la Muerte para escribir algún pétalo, y por qué la muñeca, al abrir los ojos, sin que nadie la vea, dice ¡Qué bida! porque no sabe hablar sin faltas de ortografía. Porque hoy mi madre, en toda su amargura, como dice la Autora, se nos ha convertido en un manuscrito. Estoy pensando en Ti, madre, mientras te oigo llorar por lo que más has perdido, en esta reseña poética disfrazada de proeza heroica hay unas ansias de morir, de morirnos, en la bella expresión pluralizada, como las plantas de nuestro porche después de primavera. 

   Pero hoy me pudro enseguida. Mañana posiblemente digamos…

Daniel Sibaja

Daniel Sibaja (Mérida, Yucatán, 1997). Autor de Opiniones públicas (Sangre ediciones, 2022) y Montejo Boulevard (La Comuna Girondo, 2019). Ha publicado en varios medios impresos y digitales, como Punto En línea UNAM, Casapaís, La Gualdra de la Jornada Zacatecas y ha participado en el programa de residencia internacional para escritores Under The Volcano (2025).

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