Poesía de Doménica Bedoya Suárez
Me pregunto si Barthes
era un hombre que amaba
la naturaleza,
si habrá pensando en su sabiduría.
Si alguna vez, al ver un arroyo,
reparó en que este tiene siempre una vertiente
de la cual se alimenta;
que sólo así existe y sólo así suena,
y entonces escribió:
Nadie tiene deseos de hablar de amor si no es por alguien.
O quizás sea sólo mi capricho
de pensar que, para Barthes,
la palabra, antes de ser palabra,
fue agua.
Y la poesía, antes de ser poesía,
fue paisaje.
Libélulas
Las libélulas
sostienen su vuelo
al ras de la hierba.
No saben
que mis alas también rozaron
la orilla de quien amé,
sin llegar a tocar su agua jamás…