Poesía de Ricardo Suárez
El bonche
Alguien apagó los cadaveces
y no puedo tomarme nada en serio,
ajá, y está bien que se rían
de ese sol canoso
que no deja de amanecerse encima,
o de esos pobres espejismos
con los dedos arrugados
de tanto nadar en no sé qué piscinas,
vueltos goma, frotándose
contra uno, desesperados
por borrarse aunque sea
la punta de la nariz,
pero está bien, ríanse
de los tristes guarismos
que han venido a parar en minutos
expurgando vaya a saber
qué culpas, ríanse
de la inútil rebeldía que le montan
a las gordas manecillas del reloj,
ríanse hasta del oxígeno
que entra en sus bocas,
de esos átomos
que sin saber cómo reír
también se burlan y se burlan
y se burlan.
El todero
Había algo en este adiós sin fondo,
un algo manirroto, remendón,
que nos hacía las veces de Buda
si lo escondíamos en los bolsillos,
un todero informe que prometía,
a los gritos, paseítos
por cualquier abismo que apareciera,
eso sí, siempre a cambio de sal,
que mucho le costó tener su lengua
y acá abajo nada sabe a nada,
paseítos por el abismo
para que amenice su tiempo libre
y se asombre de lo rápido
que le nace casi una cola,
mejor digámosle estela,
paseítos tranquilos por el abismo,
para que se acostumbre, hombre,
paseítos por apenas un poco de sal,
yo le enseño cómo dejarse caer,
y cómo apagarse
con luz de estrella muerta…