La dureza de esta tierra
lunes 8
Es la segunda noche que el tiro raja esta quietud. Es siempre uno. Abro los ojos y la oscuridad me emparanoia. También la duda. Dónde estoy, qué hago, quién soy. Antes de la taquicardia viene el sudor. La espalda empapada en segundos. El cuarto se va armando de puros resplandores y sombras. Estoy sola. Oigo la noche, el pensamiento asustado que se diluye en ese silencio, en esa nada que a ojos cerrados acechaba pero ya no, no.
¿El ruido lo escuché con el oído en el mundo o en el sueño? Afuera duerme todo, menos estos deer que aúllan buscando aparearse. Los deer tienen long teeth and shout loud, dijo Pak la otra noche, cuando le conté que en el bosque oigo cosas que no entiendo. Me mostró una foto en su teléfono y me obsesioné con sus caras tiernas y sus dientes de aparente ferocidad. Lo bueno es que ahora sé, al menos, de dónde vienen esos gritos. Y además veo a uno cada mañana hacer el mismo recorrido a través del sojal del otro lado de la ruta. Quiero decir, los ciervos existen. Pero, ¿quién dispara? ¿Son legales las armas en este lugar? ¿Y disparar de noche? Averiguarlo ahora sería condenarme a la vigilia. Además desde cuándo a alguien le importa la legalidad para estas cosas.
¿Mis ventanas aguantarían una bala? ¿Y mi ciervo?
miércoles 10
Pak reconstruye la historia de este lugar respondiendo a mis preguntas. Aceptó ser mi guía en el pueblo, si es que este rejunte de casas alrededor del cañadón puede llamarse así, aunque creo que aún no entiende qué es lo que vine a investigar. Vine a escribir sobre la enfermedad, digo. Decir que vine a escribir es como decir que vine a comer, a hablar, a caminar. Algo abstracto. Nos entendemos poco, pero responde a mis preguntas y pasea conmigo por la tarde, cuando termina su trabajo en el campo. A él le pregunto por los tiros nocturnos. Me habla en su coreano rural mezclado con algunas palabras sueltas en inglés y me mira como si estuviese hablando portugués, italiano, francés, como si alguna palabra suya se pudiese parecer a una mía. Le digo que no con la cabeza y le alcanzo el teléfono para que hable ahí, en ese traductor poco fiable que nos ayuda a acercarnos.
Sí, todo está detenido contra la dureza de esta tierra.
¿Detenido? ¿Qué significa eso? Creo que el traductor está dándonos problemas otra vez. Digo, y una voz coreana, robótica, repite lo que acabo de decirle.
Pak se ríe. Don’t worry gracias, dice. Habla en el traductor para completar la frase. No durará mucho. Nada es tan fuerte.
A veces el absurdo de la traducción me aburre y dejamos de hablar. Pak vuelve a su trabajo, recoger pimientos en la chacra de su abuelo, y yo vuelvo a mi quietud habitual del estudio, a sacar ranas del baño con un vaso de plástico y una pala de madera.
sábado 13
Otra noche y en la noche el tiro, incrustado en el silencio.
Acá hay sierra verde, más viva y grande que cualquier cosa que haya conocido. Insectos, anfibios, mamíferos. Todo prolifera. El monte se mueve de acá para allá, según dónde pegue la luz. Eso dice Pak, también una señora del mercado. Que no es que el monte cambie de verdad, solo las condiciones climatológicas hacen que eso parezca. O algo parecido. Dejé de prestarle atención al dinamismo del paisaje porque el problema son las abejas y víboras, que están por todas partes. Pak me mostró en su cuerpo lo que una sola abeja puede hacer. Tal vez sos alérgico, le digo con el teléfono, y él se queda serio. Me dice que no con la cabeza y sigue su camino, el bulto de la picadura en el brazo con la mano sin dedo meñique en su costado.
martes 16
Cuando salgo a hacer mi caminata matutina, Pak ya está en el campo, el cuerpo doblado sobre el pastizal y la bolsa de arpillera de acá para allá, cobijando la cosecha. Me ignora y aprecio ese gesto, porque me deja el espacio que necesito para observar. Estoy tratando de contabilizar cuántas son las personas a las que les faltan miembros, y en caso de que falten, si son derechos o izquierdos, si faltan por debajo del hombro o el codo, la rodilla o el tobillo.
La única noticia sobre este lugar se publicó hace más de diez años y ya entonces se hablaba de metales pesados en el agua de la única represa que abastece tanto a cultivos como a casas de esta zona rural, del uso indiscriminado de pesticidas no regulados e incluso prohibidos, aparecen las palabras irresponsabilidad, veneno, consecuencias a corto y largo plazo. Cuando le pregunto a Pak al respecto, no me entiende. What? Responde, una y otra vez. Muestro la noticia impresa a vecinos jóvenes que hablan un poco más de inglés. Tampoco saben nada, y no termino de explicar bien qué es lo que hago, por qué me importa tanto este lugar de entre todos los otros que también están tajados por un agua envenenada y una tierra que en lugar de dar alimento da muerte.
Dudo de si mostrarlo o no, pero lo hago. En mi teléfono les hago ver un video en mala calidad descargado de una publicación de Reddit, cuadrado, grabado entre los años 2012 y 2013 en alguno de estos campos. Dura solo 47 segundos. Un poco a contraluz, en una toma con mucho ruido, tres personas corren a encontrarse con otra que está medio enterrada en la tierra hasta la cintura, en medio de un sojal. Como en mis días de infancia en la playa, enterrando a mi padre en la arena con mis primas. Pero en el video anochece y la persona se mueve mucho. Grita pero el sonido acopla en la grabación y no terminan de oírse palabras. Entre dos tiran del torso de ese hombre hacia arriba, con mucha fuerza, y cuando lo levantan sale tierra. Las dos piernas de la rodilla para abajo no están y ahí se acaba la filmación, con el dispositivo filmador cayendo al suelo. Todo sucede rápido y me tomé varios días, después de encontrarlo, para analizar fotograma a fotograma y entender algo.
Los jóvenes miran lo que les muestro y muy rápido su simpatía se transforma en hostilidad. You should head back, dice el mayor, y con un gesto de cabeza me señala la dirección por la que llegué antes de darme la espalda. En el campo el pastizal se mueve tranquilo. Ya no da el sol en el valle, aunque aún no se hace de noche. Es el momento del día en el que suelo caminar con Pak, pero como no vino a nuestro punto de encuentro, sigo sola por el camino de tierra que lleva a ninguna parte. You should head back no sirve como respuesta a nada pero pienso que a veces el silencio puede ser un indicio. ¿Pensaron que les estaba haciendo una broma? ¿Conocían el video? No se lo he mostrado a Pak, tengo miedo de lo que pueda opinar de mí.
miércoles 17
Pak me aclaró que lo que yo creía que era su nombre es en realidad su apellido. It's good, good, Pak, dijo, así que entiendo que puedo seguir llamándolo así.
jueves 25
Por primera vez en nuestra caminata puedo hablarle a Pak sobre el meñique que le falta. A través del traductor le pregunto si su mano era así en su nacimiento. Pak me muestra el dedo, la carne cicatrizada en la punta, más rosada y brillosa. Niega con la cabeza. Me pide el teléfono para decirme algo más.
No fue de nacimiento, sino una mala decisión de la niñez.
Le pido que me diga algo más pero solo explica, no es este un lugar para preguntas, deberías seguir tu camino hacia estar segura. Hay accidentes de los que no se puede decir.
Me perturba la traducción. Empieza a dejar de gustarme este misterio…