El lenguaje de la distancia

Hay cosas que solo poseemos si están ausentes, 

hay cosas que no están ausentes si de ellas nos separa la distancia.

Rebecca Solnit


La mosca

Hay una escena que ronda mi escritura. Algo con lo que no sé bien qué hacer pero siempre vuelve como diciendo: a ver si te animás a escribir sobre esto. 

Es verano y estamos sentados a la mesa. Mi padre nunca dice: mi abuelo mató a su mujer. De hecho, no recuerdo cómo lo dice ni la manera en que aparece esa información, pero aparece. Es el momento del postre, hace calor y estamos comiendo fruta. Entre nosotros, como una especie de actriz de reparto, hay una mosca que nos sobrevuela. No sabe dónde parar, duda. Al final aterriza sobre una cáscara, la veo frotarse las manos, después despega. 

Somos una familia sin nietos. La casa de mis padres, que alguna vez fue nuestra, ahora es un lugar donde el tiempo está detenido y podemos visitarnos sin sobresaltos. Todo sucede con la serenidad inofensiva de un álbum de fotos. No hay pañales ni personas nuevas aprendiendo sobre el mundo. Permanecemos así, entre perros alimentados bajo la mesa, charlas sobre estudios médicos y novedades de parientes que mueren o tienen más parientes. 

La idea de un bisabuelo asesino. La noticia nos desconcierta. Quedamos tan sorprendidos que nos da risa y eso termina siendo más incómodo. Tan tarde llega todo. Alguien que no conocemos se acomoda entre nosotros como un animal grande sobre la mesa. Nos ponemos serios. Exigimos saber. Como si ese no fuera el contexto y existiera un tiempo y un lugar para este tipo de información. 

Nos cuentan sobre alguien que se piensa engañado y en un rapto de locura asesina a su mujer (mi bisabuela). En ese momento mi abuela ya era adulta y quedó internada. Nuestro padre era un niño que quedó sin cuidado.

Mi madre participa del relato como alguien que conoce del tema pero que también le faltan detalles. Quiere iluminar algo, traer la calma. Resalta un dato: «Nuestro padre pasaba mucho tiempo con su abuelo». Lo dice como una clave de algo y eso nos parece una traición. Ella, que siempre nos cuenta todo, ¿por qué omitió esto?

De golpe creo entender. Supongo un principio, algo de lo que ya conozco las flores pero nunca había visto los brotes. Porque cuando lo corrido es habitual no te hacés preguntas. Está y punto. Nuestro padre siempre fue eso, un tipo silencioso, desconectado, que cada tanto necesita dormir mucho. Y eso que parece ajeno de golpe se vuelve corriente. 

¿Cómo se hereda un relato inexplicable? ¿Dónde se guarda? 

Tiene cara tristona, dijo una vez una señora sobre mí, los ojos caídos, como un techo a dos aguas. Al principio me sorprendió, pero más tarde, mirando las fotos familiares, lo veo. El gesto paterno. Mis hermanas también lo tienen. Suenan alarmas. El hijo triste que escribe para comprender al padre. Sospechoso. ¿Pero qué familia no tiene su propio mal endémico? ¿Si lo narro lo pongo entre algodones?

Francisco Sendra

Francisco Sendra (La Plata, Argentina, 1988). Se encuentra finalizando su primer libro de cuentos El hueco sentido.  


https://www.instagram.com/fran_sendra
Anterior
Anterior

Entre la imagen fija y la palabra en movimiento: El instante decisivo de Clarice Lispector

Siguiente
Siguiente

Augurio del cocodrilo quieto