Ese compa ya está muerto nomás no le han avisado

Si acatamos la partición clásica de los cuentos de Borges, en muchos relatos «de cuchilleros» hay un protagonista fuera de lugar. Pasa en «El muerto», donde un compadrito de Buenos Aires se transforma en contrabandista oriental; en «La intrusa», como señala el título; en la «Historia del guerrero y la cautiva», donde la abuela de Borges, inglesa en Junín, es un eco de Droctulft; en «La espera», reverso de «El muerto»; etcétera. Pasa también en «El Sur»: Juan Dahlman, argentino —en tanto sueña su argentinidad a través de una mitología europea (subamos la apuesta: a través de la traducción del texto que funda Oriente en el imaginario occidental, Las mil y una noches)— de sangre alemana, porteño en el Sur, lector en un remoto almacén de la pampa, muerto entre vivos o vivo entre muertos, está radicalmente fuera de lugar. Es eso lo que le cuesta la vida.

Aceptemos esa división binaria entre cuentos de cuchilleros y cuentos de laberintos: ¿de qué lado cae «El Sur»? La pregunta es insoslayable; «El Sur» no es un relato cualquiera sino «acaso mi mejor cuento», en palabras de Borges. Algo tienen que ver esas palabras con el hecho de que «El Sur» no se avenga a esa partición, de que caiga exactamente en la frontera entre los dos mundos. Dahlman es radicalmente extranjero no solo por lo que atañe a su identidad; también porque bracea entre dos géneros borgianos. A la vez, es el único protagonista auténtico de las piezas que vengo enumerando porque es el único que cuenta —o sueña— su propia historia y se apropia, para ello —como el protagonista de «El inmortal»—, de los mecanismos literarios que rigen la memoria.

«El Sur» es una suerte de espejo empañado que nos sirve para pensar esa condición de extranjería en otros textos. La frase que da título a este ensayo viene de un corrido de Los Cuates de Sinaloa que saltó a la fama porque sonó en Breaking Bad; la he escogido porque hoy me quiero detener en «El muerto».

«El muerto» apareció por primera vez en la revista Sur en 1946 y después, en 1949, en El Aleph. Cuenta la historia de Benjamín Otálora, «un triste compadrito sin más virtud que la infatuación del coraje» que, tras matar a otro hombre en Buenos Aires, tiene que marcharse al Uruguay para escapar de la justicia. Un caudillo local le da una carta y lo conmina a buscar, en Montevideo, a un tal Azevedo Bandeira. Otálora vaga por la ciudad un día entero y acaba encontrando a Bandeira por casualidad en un almacén. De hecho, le salva la vida sin saber quién es y Bandeira lo acoge bajo el alerón de su poncho.

«Empieza entonces para Otálora una vida distinta». Al principio arrea tropillas; cuando la codicia comienza a trabajarlo, decide que será contrabandista y, más tarde, capitán. No tarda en tomar la decisión de matar a Bandeira, de sustituirlo. El final del cuento es radicalmente borgiano: el caudillo uruguayo —y un poco brasilero— había urdido pacientemente la trampa que culmina con el disparo que Ulpiano Suárez, su guardaespaldas, le descerraja a un Otálora que, de alguna manera, estuvo muerto desde el principio. 

Munir Hachemi

Munir Hachemi (Madrid, España, 1989). Escribe y traduce del chino y del inglés. Se doctoró con una tesis sobre la influencia de Borges en la narrativa española por la Universidad de Granada. Ha trabajado como profesor e investigador en la Universidad de Pekín. Se inició en la literatura vendiendo sus propios cuentos en formato fanzine por los bares de Madrid junto al colectivo literario «Los escritores Bárbaros». Publicó las novelas Los pistoleros del eclipse (2014), 廢墟 (2017), Cosas vivas (2018) y El árbol viene (Periférica 2023, interZona 2025); también el poemario los restos (2022), por el cual obtuvo el Premio Ojo Crítico de Poesía, y Arqueología del fracaso (2023), una biografía libre sobre el escritor Gonzalo Torrente Malvido. En 2021 fue incluido por la revista Granta en su selección de los «25 mejores narradores jóvenes en español». Su último libro es Lo que falta (2025), una colección de relatos.



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