Variaciones sobre la inutilidad

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¿Qué pasa cuando un libro no quiere ser lo que se espera de él? ¿Cuando se escabulle de las formas, cuando se resiste a obedecer la lógica del género y la promesa del argumento? Diario inútil es ese tipo de obra: uno que no se deja atrapar fácilmente. No es una novela tradicional, aunque la recorra. No es un diario íntimo, aunque se confiese. Es otra cosa: una deriva, una conversación sostenida con el tiempo, una escritura que no busca llegar sino detenerse, demorarse, observar. Y en ese gesto de espera hay una forma de respeto: hacia el lenguaje, hacia la experiencia, pero sobre todo hacia quien lee. Porque aquí no se dicta un sentido: se lo deja abierto. La interpretación no es un privilegio del autor, sino una soberanía del lector.

Diario inútil apuesta por mostrar en vez de decir y elige confiar en la percepción de quien lo atraviesa. Y esa elección no es menor es una declaración ética. En una época saturada de discursos que explican y prescriben, Ricardo propone lo contrario: observar sin apuro, escuchar sin moraleja, dejar que las escenas mínimas respiren por sí mismas. La literatura, entonces, se vive como un territorio compartido, un pacto silencioso donde el lector no es conducido sino convocado, implicado, transformado. ¿Puede un libro ser un lugar? ¿Un espacio donde ensayar otra manera de existir?

Aquí no hay una trama que avanzar, sino una voz o una cadencia que persiste. Que se enrosca, que vacila, reaparece. La sustancia de esta obra no son los grandes acontecimientos, sino las grietas del día: una espera en el hospital, un viaje en subte, una charla con un taxista, una discusión doméstica. Lo cotidiano, lo que no suele narrarse, se vuelve centro. Como si se nos recordara que lo aparentemente menor encierra intensidad, una forma de verdad. La escritura se convierte en un modo de percibir lo que normalmente se nos escapa, una manera de afinar los sentidos para lo que no hace ruido.

En este diario se filtran las preguntas que resisten a toda consigna: ¿por qué escribimos?, ¿para quién?, ¿qué se espera de un libro, de un autor, de una vida? Y es en esa insistencia, en ese vaivén entre la duda y la persistencia, donde el texto cobra su mayor potencia. Porque no se impone, sino que insiste; no enseña, pero provoca; no concluye, pero deja marcas. Cada entrada es un fragmento de un mundo registrado con atención, con una voz que no busca complacer sino pensar, tantear, probar. Como quien camina alrededor de algo que no puede nombrar, pero cuya presencia es tan palpable como misteriosa.

Diario inútil no dialoga con sus contemporáneos desde la competencia, sino desde la afinidad: continúa un murmullo iniciado antes por otros. Se incorpora a una corriente que ya fluía antes, y a la que suma su singularidad. Por eso se oyen, sin impostura, los ecos de Mario Levrero y su obsesión con lo inasible; de Werner Herzog y su Del caminar sobre hielo, donde el cuerpo en movimiento se convierte en ofrenda contra la muerte y el diario en una forma desesperada de fe; de Katherine Mansfield y Alejandra Pizarnik, que hicieron del registro íntimo una trinchera de lucidez. También resuena la figura de Ricardo Piglia, y su obra Los diarios de Emilio Renzi que traza una arquitectura narrativa en que el yo se vuelve archivo, ensayo y máscara. No hay plagio en estas correspondencias: hay prolongación. Como si cada libro nuevo viniera a sumarse a una gran conversación ininterrumpida, donde cada voz aporta su acento, su temblor, su modo de contemplar.

Y no solo hay un diálogo literario, hay también un anclaje con el presente. En estas páginas se habla —sin solemnidad, sin bajada de línea— de la precariedad laboral, del costo de la vivienda, del deseo y del desencanto, del encierro y de la ciudad, de la salud mental y de los vínculos que sostienen o se desgastan. Hay una conciencia del tiempo histórico, pero esa conciencia no se enuncia: se encarna. No hay denuncia explícita, pero sí una lucidez política que atraviesa cada escena. ¿Cómo escribir —y para qué— en una realidad que parece desmoronarse? Tal vez, justamente, para no perder la capacidad de ver, de escuchar, de imaginar.

Diario inútil desmonta el mandato de la utilidad, ese que nos exige productividad, resultados, éxito. Esta obra se permite el fracaso, la indecisión, la repetición, el silencio. Y en ese gesto hay algo profundamente revolucionario. Y en esa permisividad hay algo profundamente radical. ¿Puede un diario ser resistencia? ¿Puede una escritura que no se justifica decir más que una crónica? Añez Montiel nos dice que sí. Que en lo fragmentario hay una verdad que el orden no contiene. Que escribir puede ser, aún, una manera de no entregarse al vértigo.

Porque, al fin y al cabo, ¿qué otra cosa puede hacer un libro hoy, si no es ofrecernos otra manera de mirar? Un ángulo inusual, una pausa, una grieta en el continuo. La experiencia de leer Diario inútil no es la de avanzar hacia un desenlace, sino la de habitar un ritmo. Un modo de estar. Una respiración. Y eso —esa respiración compartida, leve persistente, obstinada— es lo que la convierte a esta obra en algo inolvidable.

Tal vez lo esencial esté en ese intento constante de capturar lo que ya se esfuma. Tal vez lo verdaderamente valioso no sea encontrar respuestas, sino continuar la pregunta. ¿Y si toda escritura, en el fondo, fuera solo una forma de no rendirse del todo?

Corina Vanda Materazzi

Corina Vanda Materazzi nació en Buenos Aires en 1968 bajo el sol de noviembre. Es diseñadora editorial y realizó cursos de especialización en e-Commerce focalizados en el mundo editorial. Escritora y gestora cultural. Colaboró en varios medios gráficos y digitales en el ambiente literario en el área de contenidos, comunicación y marketing: Revista Q, trenInsomne, Revista Guka. Desde 2019 colabora en el área de comunicación, marketing y comercialización online en Modesto Rimba editorial. Fue productora y curadora del ciclo de lecturas, De amor locura y muerte en donde organizó tres concursos literarios internacionales: Cuentos colgados, Cuentos cortos navideños y El foco del poeta. Editó una antología de las lecturas del ciclo y Lecturas a la sombra en formato plaquette de las que participaron 50 escritores de países latinoamericanos. Actualmente se desempeña como editora de Enero Editorial.

https://www.instagram.com/corina_vanda_materazzi/
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