Mármol

Quiero olvidar, porque me acuerdo de todo. El olor del útero de mi madre, la cara del ginecólogo y la cantidad de pañales que usé. Todo lo recuerdo, todo lo guardo. Cuando era pequeña, me parecía un poder y buscaba la máxima información posible. Aún no sabía que el conocimiento pesa, que cobra forma en pequeños cubos que se guardan dentro de mi cuerpo. Aún no sabía que ese cuerpo tenía sus límites. Cuando tenía diez años, impulsivamente leí un diccionario húngaro. Ahora me puedes preguntar cómo se dice en húngaro «líquido de frenos» y «orientación profesional», pero nunca he ganado nada con ello, menos unos cuantos cubitos pesados en mi cuerpo y la admiración de tres borrachos en un bar en Budapest.

       Mi primera novia me llamaba Lee porque le pareció que Lila no iba bien con la butch que ella quería que fuese. Tanto los sonidos como el color le parecieron demasiado de chica, entonces me convertí en Lee y me corté el pelo. Mi segunda novia me preguntó qué era lo que yo quería hacer con mi pelo, y parpadeé un tanto atónita porque no sabía que lo podía elegir yo. A ella le encantaba mi nombre, porque ella se llamaba Mona y juntas éramos la Monalila. Ahora que tengo el pelo largo, a veces siento como si esa cortina me protegiese de más conocimiento. Al principio no le conté a Mona lo de mi condición —mi padre ahora me interrumpiría para murmurar «Tu don», con su voz grave, pero está muerto, así que lo llamo «condición». Al final Mona se dio cuenta porque cada vez se asombraba más de todo lo que recordaba. ¿Cómo que me acuerdo de la cuenta exacta de la primera cita: 18,98 euros? ¿Cómo que nunca tengo que buscar horarios de trenes porque una vez los leí rápido en una estación? Por aquel entonces estaba muy impresionada, porque aún no sabía que cada día los cubos se van acumulando más, y que algún día estaré llena. No sé lo que significa en concreto: no existe nadie más con mi condición. No tengo espacio para tenerle miedo a ese momento, tengo la cabeza llena de piedra.


Jyoti Singh en aquel autobús en India en 2012. Las palabras con las que mi madre me sacó demasiado pronto del armario. El daño colateral en todas las fases militares de la Guerra del Golfo. Todas las especies de aves en la selva amazónica y sus períodos de incubación. Las víctimas de la gripe española en Bélgica en 1919. Los nombres de todas las mujeres asesinadas en Salem.


Estoy en la cama, hoy me resulta casi imposible moverme o incluso levantar un poco la cabeza. Me duele la cabeza. No detrás de las cejas o alrededor de las sienes, sino al final de la raya de mi pelo. Estoy tocando el punto doloroso cuando entra Mona, se sienta al borde de mi cama y propone…

Hanne Craye

Hanne Craye (Bélgica, 1995). Se graduó en Lingüística y Literatura Iberorrománicas en Gante (Bélgica), Madrid y Santiago de Chile. Posteriormente, cursó un máster en Traducción en la Universidad de Amberes (Bélgica). Una vez finalizados sus estudios, trabaja como traductora literaria y subtituladora para la televisión belga, traduciendo del español al neerlandés, su lengua materna. También ha publicado varios relatos y traducciones en revistas literarias en Bélgica y los Países Bajos. Actualmente reside en Gante, Bélgica.

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