Oración inicial

Llamaba la sombra y se hacía tu propia sangre.

Cantaba todavía mi palabra.

Y estoy cansado. Estoy perdido.

Llama la sed ahora y el grito despierto se funde lúgubre y hacia adentro. 


Ciegamente las horas se ensombrecen

y quietas están las cumbres. Y llega aquel silencio 

que en el alma nos acoge. 

Eternamente podría nombrar tus venas como un río. Tocarte. Ofrecerte.

Y beberte…

Y soñarte…


Señor, quiero seguirte por el día que no cesa 

y por las nubes malvas del atardecer.

Señor, quiero de mi soledad resarcirme 

porque no estoy solo. Estoy contigo.

Porque en cada hora se vierte tu sombra 

sobre el viento y sobre el frío. 


A cada hora te siento y me vuelves a llamar  

y me miras sin verme. Y soy hombre. 

Me aguardas, me buscas, me iluminas la tiniebla;

y te acercas; me fundes contigo 

y vas sonando todavía y sin tiempo. 


Ya tuyo y tan cerca, despierto,

ebrio en la lluvia desnuda. En el abandono.

En la muerte y en el mundo. Y tú junto a mí, Dios mío.

Javier Buendía

Javier Buendía (Sant Feliu de Llobregat, España, 1998).

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